En Rusia una cita obligada para un viaje de aventura es a bordo del tren Transiberiano. Este tren enlaza Moscú con Pekín, y viceversa, en un trayecto de seis días de viaje, lo que equivale al servicio continuo más largo del mundo.
Si nuestras vacaciones en Moscú no nos permiten un viaje tan extenso, os recomiendo hacer el último tramo del trayecto, que une las ciudades de Ekaterimburgo y la capital moscovita. Ekaterimburgo es la cuarta ciudad más grande de Rusia, famosa porque en ella murió, en 1918, Nicolás II, el último emperador de Rusia.
Fundada en el siglo XVIII, es una ciudad que mezcla su arquitectura clásica con la pasión por los deportes de nieve, como el esquí y el hockey sobre hielo. Una ciudad encantadora, con un pasado que invita a adentrarnos en sus museos, que albergan buena parte de la sabiduría popular y el legado de sus algo más de dos siglos de historia.
Desde Ekaterimburgo el tren viaja hasta Kazán, una magnífica ciudad situada a orillas del Volga. Su principal atractivo es el Kremlin de Kazán, construido durante el reinado de Iván el Terrible y declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Sin embargo Kazán presenta también otros atractivos, como el Palacio del Presidente de Tatarstán, la Plaza de la Libertad, la Mezquita de Qol-Sarif y sus minaretes, además de una serie de museos, viejas iglesias y catedrales.
La etapa final del viaje nos lleva hasta Moscú, capital de Rusia, y en la que sobran los atractivos por ver. Desde el Kremlin a la Catedral de San Basilio, pasando por la Plaza Roja, el Teatro Bolshoi, la Tumba de Lenin o la Avenida de la Paz. También hay una gran cantidad de museos y galerías de arte, largas avenidas llenas de tiendas, e incluso la belleza pintoresca de sus famosas estaciones de metro.
Este viaje desde Ekaterimburgo a Moscú, o viceversa, es el último tramo del Transiberiano. Un trayecto de 1.800 kilómetros que se lleva a cabo en 25 horas de tren. El tren es bastante moderno, con compartimentos con camas. Atravesaréis hermosos paisajes rurales, con enormes bosques, lagos interminables y muchas casitas de madera. Durante el camino se hacen algunas paradas en pueblos pintorescos, y los lugareños colocan sus mercadillos de artesanía en las estaciones.
Ni que decir tiene que este viaje es una experiencia estupenda. Es conocer un poco del encanto tradicional de un enorme país como es Rusia.
Foto Vía El Trastero