La magia escénica de un país como Escocia es difícilmente comparable. Máxima cuando el mar se funde con la naturaleza en sus islas. Si a eso le unimos el carácter de aventura que tiene llegar a un lugar casi tan remoto como la Isla de Oronsay, nuestro viaje no tiene precio.
Para llegar hasta aquí debemos tomar un ferry en la ciudad de Oban, que nos llevará hasta Scalasaig, en la Isla de Oronsay. Lo mejor de todo es que apenas tenemos unas horas para visitar la isla, antes de que el mar nos corte la ruta hasta el embarcadero y tomar el ferry de vuelta. ¿Qué más se puede pedir para nuestra aventura?.
Os recomendamos que en vuestra visita vengáis con botas de agua y chubasquero, ya que la zona y el terreno es muy húmedo. Si no los traéis de casa, podéis pedirlos en vuestros hoteles de Oban. También en Oban tenéis mapas de la isla para hacer visitas guiadas por sus senderos, mucho más transitables que en invierno.
Toda la isla es hoy una reserva natural, un lugar ideal para los amantes de la contemplación de aves, sobre todo codornices y cuervos, que suelen sobrevolar la zona. Si queréis verlos bien tenéis que acercaros a las zonas de dunas, que es a donde van para alimentarse.
Cuenta la leyenda que Santa Columba viajó hasta la Isla de Oronsay, en las Hébridas interiores, después de su exilio de Irlanda. Lo hizo porque, según cuenta, podía ver desde la isla su patria irlandesa, cosa que es harto improbable. De todas maneras, en Escocia creen en esta leyenda, y consideran Oronsay un lugar santo desde el siglo XV. No en vano, si la isla es conocida es por el antiguo Priorato de Oronsay, de aquella época.
Beinn Oronsay es el punto más alto de la isla. Imaginaros las maravillosas vistas del mar que se pueden tener desde aquí. Desgraciadamente la aventura en la isla no suele durar mucho, tiempo que el mar nos deja. En el viaje de vuelta siempre se oyen las impresiones de un lugar remoto, apartado del mundo, pero de una belleza sin igual…
Foto Vía Geograph