Si tenemos en cuenta el espíritu viajero y aventurero que siempre han tenido los portugueses, hay que reconocer que su gastronomía tenga tantas influencias. Allende otras tierras adoptaron nuevas recetas e ingredientes para su cocina, lo que hoy la hace tan interesante.
El portugués utiliza muchas especias, además de algunos ingredientes tal vez imprescindibles, como la vainilla, la canela, el ajo, el cilantro, el perejil y el azafrán. Si tenéis reservados vuestros hoteles en Lisboa, nada mejor que irnos a cualquier restaurante de la ciudad para probar todos los sabores universales de la cocina portuguesa.
La afición por la navegación que siempre han tenido los portugueses se refleja también en su cocina. No es de extrañar que la mayoría de platos típicos tengan que ver con los pescados y los mariscos. Sin ir más lejos, el bacalao es el plato nacional. Dicen que hay unas 365 formas de elaborarlo, tantas como días tiene el año. De ahí el dicho portugués de comer un bacalao distinto cada día para que no te sepa igual.
Pero además del bacalao, los portugueses son muy aficionados a comer pulpo, merluza, lamprea, mariscos de todo tipo y, especialmente, las sardinas, sobre todo las sardinas a la parrilla o asadas. El verano es la mejor época para probar las sardinas en Lisboa. En junio el olor de su fritura inunda los barrios del centro histórico y los restaurantes del muelle y el paseo marítimo.
A los que no os guste demasiado el pescado, no preocuparos, porque aún nos quedan las sabrosas carnes asadas o guisadas. En Lisboa se come mucho el pollo, el cerdo, la cabra, la perdiz, la codorniz, el conejo y el cabrito. Los suelen acompañar con verduras, aunque también las suelen preparar solas. Un plato típico que no suele faltar en ningún restaurante es el estofado de judías y açorda.
Para rematar la faena, a los lisboetas les encantan los dulces. Los postres hechos con huevo, canela y vainilla no faltan en las pastelerías y restaurantes. La crema de leche es uno de los postres más tradicionales, junto con el arroz con leche.
En resumen, para ir a un restaurante y comer lo más tradicional de Lisboa, lo mejor es empezar con una sopa, como la Canja, hecha con caldo de pollo y arroz, o la Sopa da pedra, hecha de verduras y carnes. Tras la sopa vendría un buen plato de bacalao, preparado como más nos guste: croquetas de bacalao, asado, a la brasa, en potaje… De postre podemos pedirnos un arroz con leche, para terminar con el café.
Para acompañar la comida, en Lisboa hay una gran selección de vinos tintos y blancos. Más tradicional es lo que se conoce como el vino verde, el vino recién hecho y que apenas lleva alcohol. Pero, ya que estamos, hay que probar sin duda el Oporto, ideal como aperitivo antes de comer.
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