Posiblemente el Parque Frogner sea uno de los mejores lugares para ir de paseo por Oslo, siempre que el tiempo acompañe, claro. Está situado a unos tres kilómetros al noroeste del centro histórico, por lo que se puede ir a pie o en transporte público. Porque, además de sus árboles y sus senderos, en él encontramos el Parque de Esculturas Vigeland, de lo más interesante que se puede ver en la capital noruega.
Tal vez incluso tengáis vuestros hoteles baratos cerca del parque, por lo que os vendrá de maravilla. Este parque cuenta con un total de 212 esculturas de bronce y granito, diseñadas por Gustav Berg. Todas ellas están situadas en un entorno de 850 metros, dividido en seis secciones: la puerta principal, el puente, el parque infantil, la fuente, el monolito y la rueda de la vida.
Accedemos al parque a través precisamente de la puerta principal. Son cinco grandes puertas, construidas en 1926 en granito e hierro forjado. Hay que caminar desde allí unos trescientos metros para llegar al puente, de casi cincuenta metros de ancho, donde encontraremos ya una buena cantidad de esculturas, en la zona que se abrió en primer lugar al público, allá por 1940, cuando aún el resto del parque estaba en construcción.
Estas esculturas son de desnudos y están realizadas en bronce. Tras esta zona de estatuas se sitúa el parque infantil, en un extremo del puente, donde veremos ocho estatuas de bronce que representan a niños jugando. Tras el parque infantil se halla la fuente, fabricada en bronce, y que simboliza la vida emergiendo de la muerte. Dicen que tardó en construirse casi cincuenta años.
Por último se llega hasta el monolito, con un grupo de hasta treinta y seis esculturas. Para entrar en el recinto atravesamos una serie de puertas de hierro forjado, construidas en 1937. El monolito es posiblemente la zona más hermosa del parque. Se construyó en 1924, y tiene un total de 46 metros de altura y 121 pequeñas esculturas que simbolizan el deseo del hombre de acercarse al cielo, lo divino y lo espiritual.
Al final del parque se halla un reloj de sol, realizado en 1934, y la rueda de la vida, una corona de cuatro personas y un bebé que representan la armonía de vivir y la sensación de eternidad.
Sin duda alguna, el Parque de Esculturas Vigeland es uno de esos rincones de Oslo que debéis visitar.
Foto Vía The Traveler’s Compass