Tenía unas enormes ganas de ir a Roma. Ganas de ver por fin la Ciudad Eterna, el Coliseo, el Panteón de Agripa, la Fontana de Trevi… todos esos monumentos que, desde pequeño, había visto en fotos, libros, películas… Era una ilusión que hacía tiempo que buscaba. Ahora puedo decir que cumplí mi sueño, pero con creces…
Porque de Roma no sólo me traje el aroma de aquellos monumentos, el tesoro de una civilización fundida con la historia. Aquel viaje me enseñó una Roma que no esperaba, una ciudad llena de encanto y tradiciones. Fue salir de nuestros hoteles en Roma y perdernos en el barrio del Trastevere, y comprender que Roma podría ser mucho más.
Ahora desde la distancia me pregunto cómo sería aquella Roma antigua vista desde el Trastevere. Dicen que hasta Julio César vivió en aquel barrio, respirando el sañor añejo de sus callejuelas, comprendiendo como nosotros que a Roma le hacía falta un lugar como este para ser mucho más perfecta.
Su nombre le viene de estar a orillas del río Tevere, el viejo Tíber. En sus orígenes pertenecía a los etruscos, aunque el barrio que podemos ver hoy data de la época de los Papas del Vaticano. Quien le hubidera dicho a aquel viejo Trastevere de la antigua Roma en lo que se convertiría.
Palacios y fachadas renacentistas brillan por doquier, junto con los cafés, los restaurantes , las trattorias, las terrazas, heladerías, galerías de arte… Por allí deambula también el Palacio Corsini o la Villa Farnesina. Pero si por algo es conocido el Trastevere es por ser el barrio más animado para salir de noche en Roma.
Sus calles estrechas esconden el encanto de una ciudad que ha sabido mantener lo singular. Recuerdo perderme a la caída de la tarde por las estrechas callejuelas de este barrio, sin rumbo fijo, intercalando viejas fachadas con bares, tabernas y pizzerías. Calles y plazitas llenas de colores, olores y emociones.
No olvidaré nunca los paseos por el Trastevere. Se puede decir que precisamente no olvidaré nunca Roma gracias al Trastevere. Barrio con encanto, viejo pero muy vivo, casi tanto como el sol que cada día dibuja en su rostro la sonrisa de los siglos. Roma le debe tanto al Trastevere, que merece la pena sumergirse en sus historias de leyenda.
Foto Vía Villafonte