Casi todas las culturas en la historia humana han tratado de cumplir la voluntad divina por lo que hay sitios sagrados. Precisamente, Italia es un país del sur de Europa que ha tenido una enorme influencia en la cultura y la religión de toda la región del Mediterráneo y, por extensión, gran parte del mundo occidental.
Y en Rávena, que es una ciudad al norte de Italia en la Emilia-Romaña y a pocos kilómetros del Mar Adriático, al que se llega por diversos vuelos, ya sea al aeropuerto “G. Marconi” de Boloña, al aeropuerto internacional de Rimini o el aeropuerto Ridolfi de Forlí, es u destino para conocer esta ciudad que es famosa por sus monumentos bizantinos y paleocristianos, que revelan su origen antiguo y su papel histórico en el desarrollo italiano.
Ejemplo de ello es La Basílica de San Vitale que data de mediados del siglo sexto y contiene lo que probablemente son los mejores mosaicos bizantinos en el mundo occidental.
La construcción de la Basílica de San Vitale fue iniciado por Ecclesius, obispo de Ravena, poco después de un viaje a Bizancio con el Papa Juan en 525. Al año siguiente, Amalasuntha sucedió a su padre Teodorico como soberano de los godos y de Ravenna, ambos gobernantes eran arrianos, pero ella era más tolerante con los católicos de lo que había sido.
Esta Basílica fue consagrada por Maximiano, el primer arzobispo de Ravena. Casi todo lo que puede verse hoy en día, incluyendo los espléndidos mosaicos, las fechas de este primer período.
Lo cierto es que San Vitale es una pequeña iglesia con cúpula en el estilo arquitectónico bizantino. Tiene una planta octogonal, con un ambulatorio de dos pisos que incluye un espacio central bajo una gran cúpula. Se adjunta en un ángulo hacia el lado oeste se encuentra un porche de entrada o atrio, mientras que un pequeño coro y el ábside se extiende hacia el este.
La gran cúpula está decorada con interesantes pinturas murales del siglo 18, pero el resto del interior es totalmente bizantina y ofrece un ambiente auténtico de la antigüedad. Y lo más famoso posible, los límites máximos del brillo del coro y el ábside con magníficos mosaicos bizantinos en verde y oro.
Foto Vía albertsanpietro