La Ciudad Eterna es uno de los principales destinos turísticos en Europa. La historia y la cultura que abrazan sus calles y plazas son alicientes de sobra para perdernos en el laberinto de sus monumentos. El recuerdo de aquel viejo imperio que dominó el mundo se une al enorme legado de las artes que late en cada uno de sus rincones.
Es por lo que no debemos perdernos ningún detalle en nuestros viajes Roma. Sin ir más lejos esta ciudad muestra con orgullo el ser uno de los rincones en donde podemos ver más fuentes esplendorosas. Fuentes que, en su mayoría, proceden de la época romana y que funcionaban como acueductos. Fue durante el Renacimiento cuando fueron reconvertidas y restauradas por los Papas hasta su aspecto actual.
Muchas de estas fuentes son ampliamente conocidas en el mundo entero. ¿Quién no reconoce hoy en día la silueta de la célebre Fontana de Trevi? Escenario incluso de numerosas películas, su origen se encuentra en un antiguo acueducto. El Papa Clemente XII, en el siglo XV, comenzó a gestarla, aunque no se terminaría hasta 1762, bajo los diseños del artista Nicola Salvi.
La Fontana de Trevi es famosa especialmente por albergar la hermosa leyenda que confirma que si lanzamos de espaldas una moneda y cae en el agua, regresaremos algún día a la ciudad.
En la Plaza de San Pedro los turistas se arremolinan alrededor de sus dos magníficas fuentes, situadas frente a la fastuosidad de la basílica. Una de ellas se halla en el lado norte de la plaza (diseñada por Carlo Maderno en 1614 a instancias del Papa Pablo V) y la segunda al sur de la plaza (obra de Gianlorenzo Bernini, en 1677, por orden del Papa Clemente X).
Hay otras fuentes en la ciudad que merecerían nuestra visita, como por ejemplo la Fuente del Tritón, situada en la Piazza Barberini, diseñada por Bernini en 1643 bajo las órdenes del Papa Urbano VIII. La siguiente sería la Fuente de los Cuatro Ríos, que podemos ver en la Piazza Navona, construida también por Bernini, en 1651, por orden del Papa Inocencio X.
Como última mención, la Fuente del Moro, en el extremo sur de la Piazza Navona, construida originalmente por Giacomo della Porta, en 1575, aunque rematada por Bernini en 1653 con la estatua del moro que le da nombre.
Estas son posiblemente las fuentes más hermosas de la ciudad. Hay muchas más, repartidas principalmente por sus plazas más emblemáticas. No dejéis de callejear por la Ciudad Eterna, sin perderos ningún detalle.
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