Dicen que tras abandonar París rumbo a Dresde, el genial compositor Richard Wagner escribió: «La primera vez que vi el Rin, con cálidas lágrimas en mis ojos, yo, pobre artista, juré fidelidad a mi patria alemana». No parece que el músico de Leipzig lo pasara demasiado bien durante los tres años que estuvo en la capital francesa (de 1839 a 1842), en donde se ganó la vida escribiendo artículos y reorquestando óperas de otros compositores.
Y eso que por aquel entonces París era la capital mundial de la ópera. Pero a Wagner le gustaban más los paisajes nostálgicos y melancólicos de su Alemania natal. Lástima que no pudiera saborear el buen ambiente que a finales del siglo XIX se podía vivir los días de concierto en los alrededores de la Ópera Garnier. Un palacio fastuoso diseñado por el arquitecto Charles Garnier, con su enorme cúpula pintada por Marc Chagall en 1964, que se aprecia perfectamente desde la Plaza de la Ópera.
Si tenéis pensado reservar vuestros vuelos a París económicos os recomiendo pasear por las calles y avenidas aledañas a este edificio. Tras visitar el interior podemos dirigirnos hasta la Rue de la Paix, una de las típicas calles comerciales de la ciudad, y tomar un café en el Café de la Paix. Desde su terraza se aprecia el bullicio constante del ir y venir de turistas y lugareños. Para un día de ópera es también un magnífico local para cenar o tomar una copa.
Si seguimos caminando llegamos al Boulevard des Capucines, donde se encuentra el Museo Cognacq-Jay y L’Olympia, uno de los teatros más conocidos de la ciudad, especialmente a partir de los años sesenta. Tiene su origen en 1888 y fue fundado por un español, Josep Oller, quien también había sido el creador del célebre Moulin Rouge. Por aquí han pasado los mejores artistas nacionales e internacionales, destacando sin duda la enorme Edith Pìaf.
El paseo nos lleva hasta la imponente Iglesia de la Madeleine que, a primera vista, parece uno de esos templos griegos de toda la vida. Alrededor de la iglesia hay muchas tiendecitas, cafés y otros locales, como la Galerie de la Madeleine. Si preferís seguir caminando, lo podemos hacer por la Rue Royale o la Rue Boissy, calles que desembocan en la Rue Saint Honoré que nos conduce hasta la Plaza Vendome, con la columna del mismo nombre y el Hotel Ritz de París.
Con tales atractivos en forma de cafés, tiendas, calles, boulevares y bellos edificios resulta difícil de entender que Wagner se llevara tan mala impresión de París. Posiblemente no hizo demasiado turismo por la ciudad…
Foto Vía Nel Mezzo del Cammin